España y el racismo: sociedad e instituciones

        Durante las últimas semanas, una serie de eventos han hecho que por la cabeza de muchos se nos pasase la idea de que España es un país racista. Hablamos, principalmente, de la tragedia sucedida en la frontera de Melilla y las reacciones en redes a la derrota de España frente a Marruecos. Hoy, desde El Tablero, intentamos dar respuesta a algunas de estas cuestiones que han aflorado en los últimos días. Cuando hablamos de racismo o xenofobia se nos pueden venir muchas cosas a la cabeza, desde un tuit a una persecución institucional sistematizada, desde lo más banal a lo más violento. Sin embargo, nos quedaremos con los dos extremos para analizarlos, pues son quizá los polos más significativos.






    Twitter: Quién si no

 En primer lugar, los tuits polémicos son el reflejo de la actitud de determinados sectores de la población hacia la inmigración, esta actitud depende de una serie de factores externos, como por ejemplo, las crisis. Así, en estos períodos más bajos de la economía se ha demostrado en diferentes análisis que existe una tendencia de aumento en las actitudes racistas en términos generales. A su vez, etapas de alta polarización ideológica como la que atravesamos, influenciadas por el auge de partidos de “derecha radical”, pueden afectar negativamente a dicha actitud a través de discursos antiinmigración u otras herramientas. Además, hay que tener en cuenta el paradigma español, pues la existencia de la frontera en Ceuta y Melilla es vital y, junto a ella, existen connotaciones ideológicas muy importantes con el Sahara. Por último, en cuanto a las características del caso español, no podemos ignorar la cercanía cultural que tenemos con América Latina, donde la lengua común propicia grandes flujos migratorios.

La pregunta aquí sería si realmente la población española tiene actitudes negativas hacia la inmigración, o si quizá las redes sociales dan el altavoz a las opiniones más infames y hacen que estas parezcan comunes, aunque no lo sean. Si vemos los datos, es cierto que en España, si agrupamos a los inmigrantes en grupos que distinguen su procedencia, existen grandes diferencias. Por ejemplo, aquí los marroquíes son los más vilipendiados, puesto que son el colectivo que genera mayor antipatía. Un 13% de la población reconoce tener una actitud muy antipática, y un 22% antipática hacia ellos, haciendo una suma que supera al tercio de la población. En esta misma categoría otros colectivos son mucho mejor valorados, por ejemplo, los chinos y los latinoamericanos solo llegan al 10%. Hablando ahora en términos positivos, un 42% de la población siente una simpatía declarada hacia los latinoamericanos, los segundos aquí serían los chinos con un 27%. Sin embargo, resulta muy difícil concluir que un país entero pueda tener actitudes racistas, pues existen varias limitaciones, entre las que destacaremos dos:

1. Sesgo de deseabilidad social. Este sesgo está muy estudiado por las ciencias sociales, y consiste en que los encuestados tienden a responder lo “socialmente aceptado o correcto” en las encuestas, con el fin de, simplemente, quedar bien. Por supuesto que este sesgo es bastante fuerte en estudios sobre el racismo, y aunque los trabajos se moldeen para intentar disminuirlo, es inevitable. Muy pocos se atreven a decir ante una cámara que son racistas

2. En segundo lugar, los estudios de la actualidad, no se enfocan tanto en demostrar si toda la población es o no racista. Más bien, se intenta desarrollar y vincular un perfil determinado de persona con estas actitudes, aunque las correlaciones en este ámbito son realmente difíciles de demostrar. Aun con ello, existe la creencia de que puede haber una correlación entre el rechazo a la inmigración futura y situarse ideológicamente en la derecha. A día de hoy no se ha podido demostrar esta correlación.

 



La ciencia política se aproxima al racismo mediante dos teorías explicativas. La primera de ellas es la Teoría de la amenaza realista. Esta teoría recoge la idea de que hay un grupo interno y un grupo externo que luchan por obtener recursos del Estado (sanidad, educación, etc.) Dicha teoría encaja la típica posición caracterizada por frases que todos hemos oído como: “Vienen aquí, les damos todo y nos quitan el trabajo”.

La segunda teoría es la Teoría de la amenaza simbólica. Aquí, la amenaza sería el hecho de que los valores, las creencias y la cultura de “los otros” ponen en riesgo los valores, creencias, cultura y normas sociales que tenemos “nosotros”.

Ahondar más en los acercamientos de la ciencia política al factor racismo podría derivar en un artículo nuevo, o incluso en un libro. Concluiremos este apartado reconociendo la existencia de determinados sesgos en España y la necesidad de trabajar en ellos. Sin embargo, los análisis y la comparación dejan en buen lugar a los españoles (o en peor lugar a otros países). Pues, en primer lugar, durante la crisis de 2008, como vimos al comienzo del artículo, existió una tendencia al aumento de actitudes negativas hacia la inmigración en gran parte de Europa. Sin embargo, en España destacó la tolerancia en este periodo. Si extendemos la comparativa, analizar el racismo puede llevar a estudiar muchísimos ámbitos, pero en la mayoría de los estudios relevantes España se muestra por encima de la media en niveles de tolerancia a nivel europeo.

La verticalidad del racismo.

Después de hablar de la población, pasemos de los tuits del ciudadano de a pie a las instituciones. Si recientemente, en España, ha habido un Ministro igual o más criticado que Irene Montero, ese ha sido Fernando Grande-Marlaska, a cargo del Ministerio de Interior. Marlaska ha venido copando titulares desde que el pasado verano una mala actuación conjunta de Marruecos y España en la frontera de Melilla acabase con más de 20 personas muertas y cerca de 50 heridos, sucesos ante los cuales Josep Borrel expresó que la frontera separaba "La jungla" africana y "El jardín" que es Europa. Este caso es solo un ejemplo más de la otra esfera del problema, no son solo las personas, sino también las instituciones, los Estados, son los que articulan un sistema que verdaderamente tiene un sesgo discriminatorio. Un reciente estudio nos revela datos muy preocupantes en cuanto al racismo sistémico: en Reino Unido, las mujeres negras tienen hasta 4 veces más probabilidades de morir durante el parto que las blancas, y en Estados Unidos los negros y los hispanos tienen muchas más posibilidades que los blancos de acabar expuestos a riesgos medioambientales (principalmente residuos peligrosos). 

Estudios como este, de The Lancet son, por desgracia, sólo la punta del iceberg, pues las investigaciones en este ámbito son bastante reducidas. Hablando de España también podemos ver cómo el propio sistema es más duro con los que están más desprotegidos, una buena prueba de ello puede ser el mercado laboral. Ya hemos mencionado anteriormente la frase-falacia que dice “Los inmigrantes nos quitan el trabajo”, y no solo es mentira, sino que además los trabajos que acaban en manos de estos son, en general, mucho peores. No hace falta más que pensar en los trabajos domésticos, ósea, personas contratadas para llevar a cabo labores del hogar y atención a niños o personas mayores: el perfil que acepta estos trabajos es, en su mayoría, el de mujer inmigrante. Pues bien, los estudios revelan que este sector laboral es, por desgracia, muy precario y las condiciones que se tienen son, en general, bastante malas. Para más inri, estos trabajos parecen tener inherentemente vinculada a ellos una connotación social negativa, pues son considerados trabajos de segunda, o tercera categoría. A los cuidados del hogar se pueden sumar en nuestro país los del primer sector, esencialmente la agricultura. Este es otro sector excesivamente precario, que dadas las condiciones de un mercado que fomenta la competencia entre productores para aumentar los rendimientos a bajo coste, ha incurrido en contratar a la población inmigrante, ya que esta acepta salarios inferiores. De hecho, en España la población inmigrante supone el 11% del total, pero son el 27% de los trabajadores en actividades agrarias. La literatura concluye, en este sentido, que el mercado laboral es fuertemente injusto con la población inmigrante.

Por tanto, para concluir, los dos casos expuestos, los tuits y las instituciones, representan las vías por las que hay que imponer la igualdad frente al racismo. Ante los discursos de odio en redes, deben llegar los argumentos y el respeto (sin la censura), mientras que frente a la ineficacia de las instituciones para tratar estos problemas, debe llegar una demanda colectiva de la sociedad a nuestros políticos. Pero tampoco debemos tirarnos piedras contra nuestro propio tejado, ni dejar que eventos puntuales invadan nuestra opinión objetiva de la materia. En definitiva, debemos continuar trabajando, individual y colectivamente, en mejorar la sociedad civil que formamos migrantes y nacionales. Una vez más, frente al racismo y la desinformación: El Tablero, ¡Gracias por leernos!








BIBLIOGRAFÍA.

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