Fatiga Democrática ¿Latinoamérica se cansa?

En estas dos últimas semanas, distintas regiones del país andino, Perú, amanecían con multitud de manifestaciones cargando contra el ejecutivo y legislativo del país. Ante la sorpresa de todos, estas manifestaciones llegaban a la capital, donde se producía la denominada "toma de Lima". En estas protestas, reclamando la renuncia de la nueva presidenta Dina Boluarte, la carga policial ha sido intensa y violenta, con un saldo hasta ahora de más de mil heridos y 52 muertos. Sin embargo, podemos llegar a dictamintar que este descontento generalizado no es cosa únicamente de Perú, sino un paradigma latinoamericano. 


El profesor Manuel Alcántara, catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Salamanca, habla en su libro Los partidos y la fatiga de la democracia, especial referencia al caso de América Latina de un término que podía responder a lo que está sucediendo en Perú, e incluso podemos hablar de sucesos similares en otros países latinoamericanos. En un contexto de hartazgo del modelo económico neoliberal (introducido en muchos países de Latinoamérica a través del Consenso de Washington), que planteó una situación de crisis social y económica, en 2013, comenzó lo que se conoce como el giro al socialismo del siglo XXI. Candidatos presumiblemente de izquierdas como Rafael Correa, Evo Morales, Fernando Lugo, Pepe Mújica o Lula da Silva consiguieron hacerse con el poder, dando paso a un modelo con un mayor papel del Estado en la economía, pero manteniendo un modelo similar que el neoliberal y que, de hecho, se denominó como postneoliberalismo. 

Bajo este contexto, el catedrático Alcántara señala tres motivos de la fatiga democrática que ha conllevado a protestas en muchos países latinoamericanos. 

  • El primero es el mantenimiento regular y rutinario de los procesos electorales, pudiendo ser observado a través de la alternancia de partidos en el poder, como en Argentina, donde parece ser que la presidencia se alterna entre la derecha (liderada por Mauricio Macri) y la izquierda (liderada por Alberto Fernández) y por la participación sostenida en las elecciones. 
  • Esta participación se contrapone con el segundo punto, el malestar ciudadano con la política y más concretamente desafección hacia la democracia. Los indicadores donde podemos observar esto es a través de las bajas tasas de confianza en las instituciones, el incremento de la visibilidad de la corrupción y, por último, el aumento de la insatisfacción con el funcionamiento de la democracia. 
  • El tercer elemento es la pérdida de relevancia de los partidos políticos, observable a través de una alta volatilidad, la baja identificación partidista y la personalización de los candidatos por encima del partido.
El caso peruano se une a una larga lista de países donde las protestas multitudinarias han alcanzado gran relevancia política. Es por esto, que el principal motivo del artículo de hoy es analizar y cuestionarnos si podemos hablar de fatiga democrática en todos estos países, analizando los indicadores de Manuel Alcántara. Empezaremos hablando, por lo tanto, del caso más reciente, Perú. 

 1. PERÚ, EL ÚLTIMO PAÍS DE LA LISTA

El conflicto en Perú comenzaba el 7 de diciembre de 2022, cuando el entonces presidente del país, Pedro Castillo, era destituido y detenido en una moción de censura, acusado de "incapacidad moral", después de que disolviera el Congreso de los Diputados. Podéis leer más acerca de esta cuestión en este artículo de aquí. Tras esta destitución, Dina Boluarte, su vicepresidenta, era nombrada nueva presidenta de la República, siendo la primera mujer en ocupar el cargo. Este nombramiento trajo consigo polémica, ya que el 12 de diciembre esta anunció que solicitaría postergar las elecciones a 2024. A través del Congreso esta propuesta se hizo realidad y se acabó postergando las elecciones a abril de 2024. A su vez, la presidenta anunció un distanciamiento con el partido con el que se presentó, Perú Libre, el partido al que pertenecía Pedro Castillo. 

Protestas en Lima, Perú en 2022 (Fuente: Público)

Las manifestaciones comenzaron en el sur, lo que empezó siendo protestas indígenas y rurales, fue escalando hasta llegar a la capital, donde la cuestión ha ido un paso más allá. Los manifestantes reclaman el cese de la presidenta del Congreso y la convocatoria de unas elecciones lo más pronto posible, así como también están mostrando un hartazgo con las instituciones peruanas. Es por este motivo, que estamos ante uno de los indicadores detallados por Alcántara. Esto se suma a la normalización de la corrupción después de la presidencia de Alberto Fujimori, donde se imputó hasta 1.600 cargos públicos por corrupción, todos controlados por el asesor presidencial Vladimiro Montesinos. De hecho, se confirmó cómo Montesinos compraba a jueces y medios de comunicación para realizar "favores" al gobierno.  Según datos de 2020 del Latinobarómetro, los datos de satisfacción con la democracia de la ciudadanía peruana eran los más bajos de la zona, por detrás de Ecuador (con un 11% de satisfacción con la democracia.)

Continuando con datos de la misma fuente, podemos hablar de que la población peruana es la que menos cercanía tiene hacia los partidos políticos (con un 12% de sentirse cercano a uno de los partidos), por detrás únicamente de Guatemala. Todos estos datos, demostrando los indicadores detallados por Alcántara, nos hace presuponer como en el caso peruano estamos ante una cuestión de "fatiga democrática" y como esto ha desembocado en un estallido social que está tratando de ser reprimido de la forma más violenta posible por parte de las fuerzas de seguridad nacionales. Es tal la violencia, que Sigrid Bazán, congresista peruana por Juntos por el Perú (centroizquierda-izquierda), ha presentado una denuncia contra la presidenta y miembros del gobierno, por "violencia de Estado".  2. EL RESTO DE LA LARGA LISTAComo ya es sabido, la estabilidad de los gobiernos de diversos países latinoamericanos es dudosa y esto junto a los detalles anteriormente detallados, han ocasionado un sinfín de protestas en muchos lugares de Latinoamérica, los denominados estallidos sociales. Tenemos casos como Venezuela, Cuba o Nicaragua, donde las protestas, además de por el hartazgo con las distintas instituciones, son principalmente porque estas son autoritarias. En el caso de Venezuela, la represión llevada a cabo por Nicolás Maduro y su claro control del resto de las instituciones que le han permitido seguir en el poder, ocasionaron un sinfín de protestas. Además está también la detención del principal opositor del gobierno, Juan Guaidó. Las protestas también se centraban en la falta de recursos de la población, sumida en un estado de pobreza en el que las condiciones de vida son las más difíciles del continente. En Cuba o Nicaragua la cuestión es similar, aunque las protestas se centran en sus respectivos presidentes, Miguel Díaz-Canel (aunque la crítica es contra el castrismo) y con Daniel Ortega (a quien se le acusa de llevar a cabo fraude electoral). Por otro lado, tenemos aquellos países donde las democracias se presentan más estables (o eso parece) y el funcionamiento, legalmente, es correcto, pero la percepción ciudadana es distinta. Cuando hablamos de estos países, tenemos que mencionar indudablemente países como Chile, Colombia o Ecuador, donde las protestas han sido del mismo nivel que las ocurridas en Perú. En Chile, las protestas comenzaron en octubre de 2019, donde la principal crítica eran los partidos tradicionales (Partido Socialista y Renovación Nacional) que se alternaban en el poder, llevando a cabo un modelo económico neoliberal, donde se primaba la privatización de todos los aspectos de la sociedad (incluso el agua). Esto, junto a una Constitución aprobada durante la dictadura de Pinochet, trajo consigo protestas en los principales centros urbanos, donde participaron casi 4 millones de personas y tras profundos enfrentamientos entre manifestantes y cuerpos de seguridad acabó con un balance de 34 fallecidos, 3.400 heridos y 8.800 detenidos. El resultado fue claro, Piñera acabó perdiendo las elecciones de 2021 y se convocó una Asamblea Constitucional cuyos miembros serían elegidos por los ciudadanos en unas elecciones legales. En Colombia, las protestas comenzaron en abril de 2021, cuando una reforma tributaria resultó en el estallido de la población en contra de la presidencia de Iván Duque (Centro Democrático). Al igual que en el resto de los países, la violencia entre policía y manifestantes escaló hasta el punto en que se contabilizaron 75 fallecidos, 2.149 heridos (Se utilizó ácido e incluso se reporta un caso de violencia sexual) y 1.264 detenidos o desaparecidos. 
Protesta en Chile en 2019 (Fuente: El País)

Sin embargo, hemos mencionado los casos más extremos, ya que las protestas se han extendido por Bolivia, El Salvador, Argentina, Brasil, etc. En estos países, podemos ver como se cumplen todos los indicadores, de hecho, el nivel de satisfacción democrática y con los partidos políticos, en general, en Latinoamérica, es escaso (a excepción de Uruguay), y el nivel va decreciendo, pudiendo desembocar en protestas como las que hemos observado en los últimos años. Es por eso que la inestabilidad en esta región, que ha sido profundamente influenciada por Estados Unidos, sigue en aumento. Es más, el hecho de que adopten un sistema presidencial con un ejecutivo dual (copia exacta de Estados Unidos), no proporciona la misma estabilidad del sistema estadounidense. 
Según Scott Mainwaring, politólogo de la Universidad de Stanford, el principal problema del mal funcionamiento del sistema presidencial latinoaméricano es el sistema de partidos. En sistemas presidenciales, con multipartidismos, la inestabilidad es más común que en el resto de posibles casos. Todo esto nos deja un panorama no muy positivo pudiendo extenderse las protestas a otros países. Sin embargo, el verdadero gran problema, está en que esta situación puede desembocar en la aparición de figuras outsiders populistas con enormes posibilidades de obtener el poder mediante el uso de un discurso demagógico en contra de las instituciones tradicionales. De hecho, volviendo a datos del Latinobarómetro de 2020, el apoyo a un gobierno no democrático (gobiernos populistas, autoritarios, etc.) ha aumentado desde 2003, con una aprobación de 50% en todo el continente. Desde el Tablero, solo podemos pronosticar situaciones similares a las que estamos viviendo en Perú, Chile o Colombia, aunque no podemos detallar donde será el siguiente lugar. De todos modos, seguiremos informando de cualquier cuestión, y trataremos de acercaros cualquier noticia, así como lo hemos hecho con la inestabilidad y fatiga democrática de Latinoamérica.  








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